COMUNICADO DE LA ASOCIACIÓN DE COFRADÍAS DE SEMANA
SANTA DE PALMA.
Desde la Junta Rectora de la Asociación de Cofradías de Semana Santa de Palma,
como Asociación Privada de Fieles de la Iglesia Católica con personalidad
jurídica canónica e inscrita en el Obispado de Mallorca, nos complace comunicar
sobre la Semana Santa de 2018.
Informar que se ha llevado a cabo una reestructuración sobre algunas de las
procesiones de la Semana Santa de Palma, que responde a una serie de criterios
de interés pastoral, relevancia eclesial y de una profunda reflexión en un
nuevo contexto como el actual. Una unificación de procesiones, con el fin de
celebrar y testimoniar una mayor expresividad de la fe cristiana; más que
prevalecer procesiones de un número reducido de cofradías participantes. Se
prioriza el conjunto del colectivo, con lo que la procesión se convierte en un
acto mucho más significativo. En los últimos años, en el seno de la Asociación
de Cofradías, se van produciendo reflexiones sobre la necesidad del número de
procesiones, su sentido, sus orígenes, su identidad más propia y, en
consecuencia, una vuelta a la tradición más identificativa de la Semana Santa
de Palma.
Se trata de una nueva reorganización para reafirmar el valor de la religiosidad
popular, al tiempo que se apuesta por potenciarla como medio evangelizador y de
profundización de la fe cristiana. Un ejemplo significativo de ello es la
creación de la nueva Vicaría Episcopal de la Piedad Popular, en el nuevo
episcopado de Mons. Sebastià Taltavull Anglada, Obispo de Mallorca.
En cuanto a las procesiones, cabe expresar que es necesario que los fieles y,
en particular, todos los cofrades, no pierdan de vista que son un signo de la
condición peregrinante de la Iglesia. Además, la procesión cristiana en las
calles es un signo del testimonio de fe que los cristianos deben dar de su
Señor en medio de la sociedad civil. Igualmente, la procesión en las calles es
expresión misionera de la Iglesia, que desde los comienzos está en marcha por
las calles del mundo anunciando la Buena Noticia de Jesucristo.
En relación a lo anterior, estas asociaciones religiosas, las Cofradías, han
aportado un importante caudal de vida espiritual, cultural y caritativa que ha
impregnado el tejido social de nuestros pueblos y ciudades, de tal modo que la
historia de muchos de ellos no se puede hacer sin la referencia obligada a la
labor que durante siglos han venido realizando nuestras Cofradías, no solo en
el ámbito religioso, sino también como instituciones catalizadoras de las
identidades y peculiaridades de los colectivos sociales.
A la hora de interpretar a las Cofradías, las procesiones y el mundo cofrade en
general, hay una tendencia a un cierto reduccionismo de tipo antropológico,
social, o folclórico, que ensombrece el genuino ser cristiano que es el alma de
estas asociaciones a las que dio y da vida y a las que sustentó y sustenta para
siempre, la Iglesia Católica.
Somos conscientes de los cambios que se producen en la sociedad actual,
viviendo un nuevo contexto histórico. Sin embargo, consideramos que somos parte
importante de esta sociedad y por lo tanto, queremos que se nos respete por lo
que somos y todo lo que representamos. No pretendemos tener o recibir un trato
de favor, pero sí ser tratados como cualquier otro colectivo de nuestras
ciudades y no sentirnos en muchos casos cuestionados sobre nuestra identidad y
misión.
La Iglesia ha celebrado y vivido un Concilio Vaticano II, que no en vano ha
repercutido en la renovación y puesta al día de estas asociaciones y de otras
realidades eclesiales. Al inicio de este siglo XXI, nos encontramos con que las
Cofradías y sus actos gozan de un fuerte auge y de una atractiva personalidad
en medio de una sociedad descristianizada. Es en esta realidad donde las Cofradías
se presentan como instituciones humanizadoras de una sociedad dominada por el
feroz individualismo del hombre que en cierto modo también ha penetrado en
nuestras asociaciones, provocando un debilitamiento de la fe, una falta de
formación y una pérdida del sentido eclesial. No pocos de los problemas nacen
por la falta de formación o porque los mismos cofrades hemos caído en la
tentación del reduccionismo culturalista o folclórico con el que el pensamiento
dominante o alguna instancia de poder tratan de socavar la idiosincrasia
cristiana que sustentan nuestras Cofradías.
Frente a esta realidad, el Papa San Juan Pablo II exhortaba a que mantengamos
una atención, un respeto y un cuidado constante sobre la religiosidad de
nuestro pueblo, al tiempo que una "incesante vigilancia, a fin de que los
elementos menos perfectos se vayan progresivamente purificando, y los fieles
puedan llegar a una fe auténtica y una plenitud de vida en Cristo".
Finalmente, manifestar que las Cofradías cuando salimos a la calle, o
celebramos nuestros actos, lo hacemos para testimonio público de nuestra fe, no
procesionamos como un atractivo turístico y ni siquiera cultural, aunque lo
seamos.
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