Dulcísima Reina y Madre mía, postrado ante el trono de vuestra imagen de la Soledad, proclamo con la efusión mas tierna de mi corazón, que sois aquella criatura privilegiada que tiene en sus manos la omnipotencia del Padre, la misericordia del Hijo y el inmenso amor del Espíritu Santo.
Vuestro cariño, Madre mía, me ha inundado de alegría en todo tiempo, y siempre encontré gran satisfacción en tu protección y en tu clemencia. Ante tu altar de refugio, os invocare, como Madre de mi Salvador y madre de mi salud, derramare mi corazón y lo pondré todo entero en vuestras manos Divinas. Bendita seas, Nuestra Señora de la Soledad, porque en mis penas y amarguras me diste consuelo, en mis trabajos alivio, en mi enfermedad virtud. Continuad, Madre mía, dispensandome vuestra protección, y en lo que especialmente os pido en esta santa Novena imploro tu poder, reclamo tu amor con interés y espero con confianza tus misericordias; es en este mundo mi única esperanza vuestro amantisimo Jesús, y después de Jesús lo sois Vos, oh Madre mía. Así sea.
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