Las cofradías exhiben todos sus símbolos
El desfile de los estandartes inauguró ayer las procesiones en un acto que cerró el pregón de Gregori Mateu Estarellas
MIGUEL VICENS PALMA De la iglesia de los Caputxins a la basílica de Sant Francesc, y del ceremonial de la procesión de los estandartes, lento y acompasado por el ritmo musical de tambores y bandas de música que marcan el paso, a la lectura del pregón de Semana Santa, invitación a participar en las procesiones que mañana empiezan y también, en la voz del franciscano Gregori Mateu Estarellas, pregonero de este año, una reivindicación para que el hecho religioso se traslade de nuevo a la calle.
Con mucho seguimiento en el arranque y menos público a la llegada, Palma vivió ayer el prólogo de las procesiones en las que treinta y dos cofradías revivirán la pasión de Cristo, desde su entrada en Jerusalén hasta su muerte en la cruz. El primer paso, como marca la tradición, fue la procesión de los estandantes, en la que cofradías y hermandades, de la más moderna a la más antigua, desfilaron por las calles del centro de la ciudad con sus emblemas, algunos austeros, otros sustentados por sustuosas cruces en plata labrada y todos con el mismo objetivo de identificar a cada una de las agrupaciones de penitentes. La de ayer por la tarde fue una procesión sin pasos, sin imágenes, en la que cada estandarte fue portado por sólo dos o tres miembros de la cofradía. Encabezaron el desfile de forma solemne los Tamborers de la Sala del ayuntamiento de Palma, la única concesión al poder civil. Y tras ellos se situaron las agrupaciones más jóvenes: la Hermandad de la Santa Caridad, de Jesús del Gran Poder, la cofradía de Santa Mónica, la primera a la que seguía su propio formación de tambores, la de Nuestra Señora del Socorro, la de Jesús del Buen Perdón, la de Nuestra Señora de la Soledad, la de Nuestra Señora de la Merced, la Assupció de Son Espanyolet, la cofradía de Sant Jeroni, con sus trajes característicos de tela de saco, y los Penitentes del Santo Cristo, con una especie de turbantes de cara cubierta en vez de los clásicos capirotes.
Tras salir de la iglesia dels Caputxins y cruzar por detrás el Mercat de l´Olivar, la procesión se adentró en la concurrida calle Sant Miquel, donde los comercios estaban atendiendo a los últimos clientes y el ir y venir de viandantes era intenso. De pronto fue como si todo se detuviera al paso del desfile procesional y sus atronadores sonidos, responsabilidad de la Congregación Mariana de Santa Catalina y sobre todo de la potente Agrupación Musical Nuestra Señora de la Esperanza. Los músicos callejeros dejaron de tocar, los vendedores ambulantes desmontaron sus tenteretes, los dependientes salieron de los comercios e infinidad de turistas sacaron sus cámaras o teléfonos móviles y empezaron a disparar flashes ante el especial espectáculo que vivían ante sus ojos.
El paso por Sant Miquel retrasó el desfile, cuya cabeza tuvo que detenerse en la plaza Major y otra vez en Colom para que la procesión se reagrupara. Sin embargo, cuando llegó a esta vía los comercios ya habían cerrado y el número de viandantes ya era mucho menor que en Sant Miquel, lo que restó un poco de vistosidad al desfile que sin público pierde un fuerza y sentido. Sin embargo fue así, con sólo algunos grupos de espectadores desperdigados, como llegó hasta la basílica de Sant Francesc, donde las cofradías fueron recibidas por la alcaldesa de Palma, Aina Calvo; el teniende de alcalde Andreu Alcover; el obispo de Mallorca, Jesús Murgui, y el vicario general, Lluc Riera.
"Con la Semana Santa los cristianos sentimos otra vez cómo el amor triunfa sobre la muerte y el dolor", dijo el franciscano y profesor universitario Gregori Mateu Estarellas (Bunyola, 1939) durante el pregón. "Puede que algunos hayan perdido la pasión por la Semana Santa, pues los silencios ya no son como antes –indicó–, pero los penitentes y la gente que sigue las procesiones saben que el sufrimiento no tendrá la última palabra". El franciscano aseguró que la "historia de Mallorca no puede entenderse sin las tradiciones religiosas", criticó "la falta de formación cristiana" actual y, por eso mismo, pidió que se fomentara "una catequesis pública de la pasión de Cristo", al tiempo que solicitó a los presentes que siguieran el ejemplo de Ramon Llull, que "buscó la verdad en Cristo crucificado".
(DIARIO DE MALLORCA)
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